¿Qué ver? El menú


- Hace unos años, durante una visita a Bergen, Noruega, el guionista Will Tracy tomó un bote para cenar en un exclusivo restaurante situado en una isla privada. Al llegar y sentarse, vio cómo el bote que los había dejado se alejaba, dejándolos sin forma de salir por varias horas. En ese momento, comenzó a imaginar qué ocurriría si algo saliera mal. Inspirado por esa inquietud, compartió la idea con Seth Reiss, y juntos escribieron una sátira centrada en un menú de degustación en un restaurante de lujo.
- El guion llegó a manos de Mark Mylod, quien se sintió atraído de inmediato. Mylod, reconocido por su trabajo en series como Game of Thrones y Succession, ya había colaborado previamente con Will Tracy en un episodio de esta última.
- Se inspiraron en varios restaurantes de renombre para diseñar el set y los platos, como Fäviken de Magnus Nilsson, elBulli de Ferran Adrià, The French Laundry de Thomas Keller y Noma de René Redzepi.
- Para crear platos que los actores pudieran comer, los realizadores colaboraron con la chef Dominique Crenn, galardonada con tres estrellas Michelin por su restaurante Atelier Crenn en San Francisco.
- Juan Contreras, socio y chef pastelero de Dominique Crenn, fue el encargado de cocinar y presentar los platos en pantalla. También colaboraron con la estilista culinaria Kendall Gensler, quien adaptó cada platillo para lucir bien en cámara y bajo la iluminación del set.
- El chef local de Savannah, John Benhase, fue convocado para entrenar al equipo en el uso de cuchillos, técnicas de emplatado y protocolo de cocina. Gran parte del personal fue interpretado por actores locales con experiencia en gastronomía.
- Anya y Nicholas Hoult, se prepararon para sus papeles viendo el show de Netflix, ‘Chef’s Table’.
- Anya improvisó la bofetada que su personaje le da a su “cita”.

‘El menú’. El menú es una deliciosa y venenosa sátira sobre el mundo de la alta cocina, esa burbuja de pedantería donde la estética y la experiencia sensorial pesan más que el sabor o la saciedad. La película desnuda con inteligencia y crueldad un universo en el que los platos parecen diseñados más para Instagram que para alimentar. Aquí no se trata de comer, sino de poder decir que uno estuvo allí. El restaurante de élite que retrata la cinta no alimenta estómagos, sino egos. Tanto chefs como comensales son farsantes que participan en una farsa cuidadosamente coreografiada. La película encuentra un buen punto medio entre la sátira y el “food porn”: todo lo que se ve en pantalla es tan bonito y apetitoso que casi te llena solo con mirarlo. Pero detrás de esa puesta en escena tan cuidada, hay una crítica fuerte a los rituales vacíos de una élite que parece haber olvidado lo que realmente significa disfrutar de la comida.

La película comienza cuando los comensales suben a un barco que les llevará hasta una isla apartada para cenar en un restaurante exclusivo donde el chef Julian Slowik (Ralph Fiennes) en búsqueda de una experiencia culinaria única. Entre ellos, Tyler (Nicholas Hoult) y Margot (Anya Taylor-Joy). El primero representa al foodie más pedante del planeta, dispuesto a soportar cualquier humillación con tal de sentirse parte de ese mundo elitista y la segunda, a una persona corriente que puede tomar distancia de las ridiculeces de ese mundo. Sin embargo, lo que al principio parece una cena de lujo pronto se transforma en un espectáculo inquietante, donde cada plato esconde un comentario punzante sobre el culto a la alta cocina, la desigualdad de clases y la obsesión por la autenticidad.
El menú usa la ironía para reírse de todos, no solo de la clase alta que apela a ciertos consumos como proyección de poder, sino también de los críticos y de ese público snob que tiende a sobreanalizar todo lo que consume en vez de disfrutarlo. De esta manera, va exponiendo de forma gradual el sinsentido del acto mismo de servir a otros, planteando dilemas sobre el valor de lo que se compra, el absurdo del poder adquisitivo frente a un arte tan refinado que solo quien acceda a una cierta categoría económica puede degustar.Se plantean así preguntas incómodas: ¿Puede el arte —en este caso, la alta cocina— tener sentido en un mundo donde quienes lo consumen rara vez poseen las herramientas emocionales o intelectuales para valorarlo?

«Buenas noches. Bienvenidos a Hawthorne. Será un placer darles de comer. Durante las próximas horas, comerán grasas, sal, proteínas y, a veces, todo un ecosistema».
Así, la comida funciona como metáfora de cómo consumimos cultura, placer y poder. La película pone sobre la mesa —nunca mejor dicho— preguntas incómodas: ¿quién decide qué es arte?, ¿por qué algunas formas de consumo cultural se consideran más valiosas que otras?, ¿y por qué ese arte, especialmente cuando es conceptual o sofisticado, parece estar hecho solo para una élite que dice “entenderlo”? Ahí es donde entra Margot, el personaje de Anya Taylor-Joy, quien se atreve a decir en voz alta lo que muchos piensan en silencio.
Conclusión: El menú nos invita a cuestionar qué consumimos, por qué lo hacemos y, sobre todo, si de verdad lo estamos disfrutando.